Argentina, el país donde algunos sueñan en dólares

04/05/2018
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PALABRAS CLAVES

Por Clara Patricia Razu*

Argentina no emite dólares, emite pesos. Los dólares se obtienen a través del comercio internacional, básicamente lo que se vende al exterior (exportaciones) menos lo que se compra en el exterior (importaciones) y, también, a través del ingreso de capitales, genéricamente, inversiones, que pueden ser de carácter financiero o productivo.

Es importante comprender este concepto sencillo, para entender, que los dólares, moneda emitida por los Estados Unidos de Norteamérica, solo puede obtenerse a través de estas dos vías.

Cuando el Gobierno decide como núcleo troncal de su modelo económico eliminar los límites para la compra de dólares para el turismo y ahorro, al mismo tiempo que saca las barreras a las importaciones; les da a las empresas multinacionales libertad total para el giro de ganancias al exterior y permite a los exportadores no liquidar las divisas obtenidas por sus ventas, beneficiándolos también con la quita de retenciones, se cava su propia fosa de escasez de dólares.

Estas medidas de política económica hicieron recaer el peso de la obtención de la divisa en el “ingreso de capitales”, llamados eufemísticamente “inversiones”, para satisfacer la creciente demanda de dólares.

Con el objetivo de lograr la “confianza” de los “mercados internacionales”, paga a los fondos “buitres”, convencido de que las inversiones en dólares lloverían como el agua del cielo. Por el solo hecho de ser ellos gobierno. Para reforzar el atractivo, ofrece a los “inversores” Letras del Banco Central (Lebacs) con una tasa de interés más alta que las tasas de otras inversiones alternativas.

Esta posibilidad de ganancias financieras cuantiosas, atraen capitales internacionales de carácter financiero especulativo que compran Lebacs, acumulan ganancias por un tiempo, vendiendo luego esos títulos para volver a comprar dólares (más de los que ingresaron, fruto de las altas tasas de interés) y volver a salir del país. Esta operación es conocida como carrytrade, y no es otra cosa que la conocida bicicleta financiera, aplicada por Martínez de Hoz durante la Dictadura Militar.

Claro, que mientras esos capitales ingresan, las reservas crecen y no hay problemas para que la demanda de dólares se satisfaga pero, obviamente, el costo es el endeudamiento.

El problema se suscita cuando ese nivel de endeudamiento crece tan rápidamente que los capitales internacionales movidos por la desconfianza o la atracción de inversiones “más atractivas”, salen en manada.

Esa salida, genera un rápido aumento del precio del dólar, tipo de cambio, y la necesidad de emplear más pesos para comprarlos, por eso se habla de “depreciación del peso”.

El efecto es inflacionario, ya que los costos de los insumos importados aumentan y los bienes exportables, básicamente alimentos, en nuestro caso, se “hacen más competitivos” en el exterior.

La manera de detener la sangría de dólares, es aumentar la tasa de interés, lo que enfría la economía, ya que encarece el crédito interno, haciendo más caro el financiamiento de consumidores, pequeñas y medianas empresas, y sus consecuencias negativas sobre el nivel de actividad y empleo.

Por otra parte, las tarifas y los combustibles dolarizados, impulsan el alza de precios aun más, empeorando la situación del mercado interno que recibe y gasta pesos.

Otra faceta de la historia la constituyen la quita de retenciones a las exportaciones que se basó en darles mayor rentabilidad a los exportadores y lograr así un aumento de las mismas.

El resultado fue el desfinanciamiento del Estado que tuvo que echar mano al blanqueo de capitales que tampoco logro tapar el bache. Aun después del mismo, la mayor parte del equipo de gobierno, que todavía conserva cuentas en el exterior, genera aún mayor desconfianza en los “inversores internacionales”.

¿Quién invierte en un país en el que los responsables de la política económica no invierten? ¿Quién invierte en un país donde no existe posibilidad de producción por inexistencia de un mercado interno?

Mientras algunos se debaten entre Lebacs y dólares, la clase trabajadora, golpeada por la pérdida del poder de compra de sus ingresos, se debate entre pagar las tarifas o comer.

Bienvenidos al cambio, donde algunos pueden pensar en ahorrar en una moneda no propia y la mayoría cuenta las monedas para la polenta, cargar la SUBE, sin pensar ni siquiera en la pizza del fin de semana.

*Licenciada en Economía (UBA); Docente e Investigadora de la Universidad Nacional de La Matanza.